lunes, 18 de mayo de 2009

MARIO BENEDETTI...EN BUSCA DEL GRAN QUIZÁS




EL PORVENIR DE MI PASADO

Mario Benedetti.

Eso fui. Una suerte de botella echada al mar. Botella sin mensaje. Menos
nada. Nada menos. O tal vez una primavera que avanzaba a destiempo.
O un suplicante desde el Más Acá. Ateo de aburridos sermones y
supuestos martirios.
Eso fui y muchas cosas más. Un niño que se prometía amaneceres con
torres de sol. Y aunque el cielo viniera encapotado, seguía mirando hacia
delante, hacia después, a renglón seguido. Eso fui, ya menos niño,
esperando la cita reveladora, el parto de las nuevas imágenes, las
flechas que transcurren y se pierden, más bien se borran en lo que
vendrá. Luego la adolescencia convulsiva, burbuja de esperanzas, hiedra
trepadora que quisiera alcanzar la cresta y aún no puede, viento que nos
lleva desnudos desde el suelo y quién sabe hasta (y hacia) dónde.
Eso fui. Trabajé como una mula, pero solamente allí, en eso que era
presente y desapareció como un despegue, convirtiéndose mágicamente
en huella. Aprendí definitivamente los colores, me adueñé del insomnio,
lo llené de memoria y puse amor en cada parpadeo.
Eso fui en los umbrales del futuro, inventándolo todo, lustrando los
deseos, creyendo que servían, y claro que servían, y me puse a soñar lo
que se sueña cuando el olor a lluvia nos limpia la conciencia.
Eso fui, castigado y sin clemencia, laureado y sin excusas, de peor a
mejor y viceversa. Desierto sin oasis. Albufera.
Y pensar que todo estaba allí, lo que vendría, lo que se negaba a
concurrir, los angustiosos lapsos de la espera, el desengaño en cuotas,
la alegría ficticia, el regocijo a prueba, lo que iba a ser verdad, la
riqueza virtual de mi pretérito.
Resumiendo: el porvenir de mi pasado tiene mucho a gozar, a sufrir, a
corregir, a mejorar, a olvidar, a descifrar, y sobre todo a guardarlo en el
alma como reducto de última confianza.



Son las bellas palabras, en bella prosa que él mismo se dedicó en su libro El provenir de mi pasado.
Poco, nada más puedo añadir.
Todos sabéis mi debilidad por Benedetti. Nadie como él supo aprovechar y utilizar las palabras para expresar los sentimientos. Todos somos seres atravesados por el lenguaje. Posiblemente jamás encontremos la palabra justa que explique aquello que queremos, debemos o podemos decir...solo él sabía encontrarlas.

Quedaremos aquí, Maestro, en defensa de la alegría... mientras te vas, despacito, en fila india detrás de tus amigos Vallejo, Quiroga, Onetti, Pesoa, Alberti.